Taxka
Alejandro Ortiz González
“Hacer tortillas” puede resumir la historia de nuestra identidad. En esa acción y en su producto final, quizá podamos reunir, también, una historia en la que se reúnen todas las historias que nos conforman, a las que se suman los tangibles que hacen posible ese hacer: las manos, la piedra, la masa, el fuego, los cuerpos, y a éstos se pueden agregar a su vez los intangibles: la charla, la memoria, las leyendas, la solidaridad, el hambre y su saciedad. “Hacer tortillas”o “taxka”, en náhuatl –o como se llamara en su momento, antes de existir Mesoamérica, al proceso de hacer el primer alimento de algún tipo de harina sobre el fuego–, implica necesariamente a quienes las hacen y han hecho desde siempre, las mujeres, todas las mujeres que nos trajeron hasta aquí. En esta máquina de hacer tortillas, producto del ingenio, tecnología pura y simple, una tabla, una bisagra, una palanca, descansa la memoria de la tribu, herencia que se condensa en la más elemental de las proezas, el alimento primigenio que se funda como base, como cimiento, como cimbra de la civilización: Historia, memoria, legado, linaje, basamento y herencia, curiosidad y síntesis, todo en un disco de colores que alimenta y se sostiene de generación en generación, dando sustento a lo que somos y –de nosotros depende– seremos.